lunes, 9 de agosto de 2010

Quiero que llegue ya. Y volver al mismo tiempo, si eso fuera posible. Ya sé que no lo es.
Volver a experimentar ese aire fresco y húmedo, con la brisa delicada, y el tierno abrasamiento del sol.
Andar con las alpargatas blancas, ennegrecidas por las veredas porteñas.
Pelar la remera vieja de Jimi Hendrix, esa que pasó por las manos de Arnedo, la retorció, la transpiró y le pasó su magia. Qué importa que ya de amarilla no tenga nada, si total..
Agarrar la bici y perderme una tarde soleada y aburrida en las calles de Mataderos o Villa Luro, buscando la casa del Paraíso.
Ir, como antes, por los caminos de ladrillito del Parque. O con la pelota toda pinchada, desinflada. Que la inflen los del 182, si no son tan ortibas.
Y al lado del viejo natatorio tomar agua de la canilla esa que, tiempo después, le hizo caber la muerte por leptospirosis a una piba. Se sacó la lotería, pero la que nadie quiere. Yo zafé.
Vaciar una tras otra las cocas de vidrio, con Dennis en la placita. O con Claudio y Martín a la noche.
Sólo ver la placita, en esa época, era la gloria misma. Los veinte metros que me separan eran un descampado.
Quiero la libertad y la anarquía, refrescadas con bombuchas de colores.
Quiero que vuelva el verano, y con él... los buenos tiempos.