jueves, 30 de abril de 2009

Gripe aviar, Fiebre amarilla, Dengue y Gripe porcina:


Me chupan bien los huevos.



Con el debido respeto a todas las víctimas que las hayan sufrido, incluyendo a los millones de pollos que sacrificaron (que fue un curro para los Kiss).

En fin..

lunes, 27 de abril de 2009

El día en que Natura pifió

Como gran parte de la comunidad mundial, tengo al menos un perro como mascota.
En mi caso, dos. Una es Canela, Dobermann medio gris, medio marrón (recurrir al nombre por si quedan dudas); un ejemplar muy bonito que padece el síndrome de la vedette: es hermosa, pero igual de boluda. Su boludez reside en, con el porte que tiene, su peso y altura, creerse un pekinés, o a lo sumo, un perro un poco más mediano (no me pidan más razas), de no más de quince o veinte kilogramos; amén de también comportarse como un bebé de pecho.
La otra perra es Pupi, un perro sin raza, conocidos como "Puro Perro" o de la calle. Es muy linda, mucho mas chica que la anterior, y con unas patas que parecieran enfundadas en bonitos guantes blancos. Es mayor, debe andar por los cinco o seis años, y me debe llegar a las rodillas (la altura del perro eh).

Todos sabemos el olfato y el oído prodigiosos de estos animales.
Cuando uno vive en edificio -aparte de ser una locura tener dos perros en un departamento-, se puede escuchar un resabio del sonido que fue. El eco, le suelen decir. Y si uno puede escuchar los pasos de una señora que esta subiendo las escaleras un piso antes, qué decir de un cánido. Esto aumentado a vaya a saber qué potencia cuando los horarios suelen ser rutinarios, y todos sabemos el apego de los perros por la rutina.

Por eso, me sorprendió sobremanera justo este momento -en realidad, hace diez minutos, cuando se me pasó por la cabeza describir esta anomalía- en que la mayor, la más experimentada, Pupi, paró la oreja y empezó a correr por la casa y a buscar algo que ofrecerle al recién llegado (ritual propio de ella). Decía que me sorprendió, ya que escuchaba pasos de quien supuestamente era mi vieja, en un horario demasiado poco habitual hoy Lunes. A mi sorpresa se le sumó el hecho de que mi otro ejemplar, "la boluda", también empezó a celebrar por anticipado (cual Colón ante Vélez) el arribo.
Cuando la llegada era inminente, sucedió lo que usted lector podría imaginarse. No era quien esperaban. Ni siquiera mi casa era el destino. Algún vecino que vuelve del laburo, de pasear, era el de los pasos que retumbaban. Ambas quedaron con sus ojos ante la puerta, como esperando que no fuera cierto, que realmente fuera ella.

jueves, 16 de abril de 2009

Se busca.

Se busca sicario. La tarea es sencilla. Se trata de decirle a Fito Páez:

"Escuchame Fito, yo sé que El amor después del amor es un discazo, y Del '63 también. Pero pará un poquito. Ponete a hacer algo diferente hermano. Desde aquellos dos discos que te dije, no hiciste un carajo de nuevo! Serás una mentira Fito? Cómo puede ser que la canción idiota del preámbulo sea idéntica a la patética cortina de la nueva serie "Tratame bien"? Quién mierda te puede creer que tu "último disco" (caso Rodolfo) nos muestre cómo nacen tus canciones, "solo tu piano y vos", cuando nos damos cuenta de que son todos los putos temas iguales? O que tu "más reciente" disco (No sé si es Baires o Madrid) tenga que recurrir a una frase de -admitámoslo- un temón de hace 15 años? O más bien todo su repertorio?
Seguís siendo creativo, Fito, o te vas a dedicar a declararte onanista frente a las revistas?
Te pido por favor, si no podés hacer algo nuevo, no hagas nada."

Si Rodolfo Páez se opusiera o hiciera caso omiso de la situación, disparar a discreción. Gracias a los que se ofrezcan.
Recompensa: un cd de Charly García (stock: hasta La hija de la Lágrima).

miércoles, 15 de abril de 2009

Onírica botánica astral

En alguna esquina del Universo hay un árbol infinito. Es un árbol particular, porque sus frutos son Soles.
Esos Soles son semillas, germinan, maduran, están a punto y se pudren en un día, todo durante su eterna caída.
Y nosotros, seres miserables en el Universo, somos sus testigos. Veedores del nacimiento y putrefacción de una fruta diferente cada día.

miércoles, 8 de abril de 2009

¿Qué pasó?

Ya venias ablandado de Psico. Saliste y compraste algunos apuntes, de los que te faltan. Ya desde ahí, tu garganta estaba seca: pedía a gritos algo, cerveza, agua, lo que sea. Esa sensación no te iba a abandonar hasta que llegaras a casa.
Entraste al aula y ya estaba repleta. Más de lo normal, porque por esas irregularidades -esas que son el único motivo de los detractores de la universidad pública- dos comisiones (¿?) se juntaron en una. Así que no te quedó otra: al fondo a la izquierda.
Lo que siguió te pareció un espejismo.
No había viento, había sed, no había oasis, lamentablemente.
El monólogo de la que estaba enfrente era inexplicablemente confuso. A veces garabateaste algo, como para no perder la costumbre. Pero tu mirada, esa mirada, no estaba ahí. O sí, pero no veían nada. Quizá pensabas en otra cosa, quizá no pensabas. Encima, además de confusa, ella era pedante, y no se le escuchaba nada. A veces escuchabas un intento de chiste, lo que la hacía más patética a ella. No tenés que agradar, amiga. Enseñá, porque no sos graciosa.
Las agujas del reloj eran de plomo. Tu reloj es digital, pero entendemos de lo que hablo. El calor era sofocante, agravado por dos cosas: los vidrios, que eran lupas; y la ausencia de un ventilador. La cantidad inusual de gente también, al punto que detectaste olores raros. La música monótona que llegaba desde adelante se decoraba con biromes aburridas que caían -se suicidaban- todo el tiempo sumado a toses que, más que a un resfrío, respondían a la incomodidad. Varias veces me preguntaste "¿Qué hago acá?". Yo no sabía qué responderte, qué te voy a decir.
Ya ni sabiendo por qué estabas ahí, se te ocurrió mirar a los demás. Y me dijiste que fue un alivio ver que no eras el único que estaba en el puto medio del Sahara, pero acá, en el aula 128.

miércoles, 1 de abril de 2009

Hasta el fin del mundo te voy a buscar.
Como si no quisiera ver esos ojos, tus ojos, únicos. El par perfecto.
No creas que no quiero escucharte hablar, con tu voz, tan desvergonzada tu voz. Pero es mucho más. Es que escucharte me hace bien; y hace tanto no te escucho.
O tu pelo, o tus manos. O tus pies, que no te gustan.
Y si te mostrás de verdad es cuando entiendo que no, no sos una más. Así desde adentro te escapás, por cada centímetro de tu cuerpo, por cada rincón, hacia la luz, para que te vea. Y te puedo ver, cómo no te voy a ver.
Es que verte me hace bien; y hace tanto no te veo..