Sin dudas de los temas más emotivos y dramáticos que haya compuesto el pelado escritor (junto con, quizá, La hija del fletero), que habla de un alejamiento de su amor y le escribe una misiva desde allá, siempre extrañándola, contándole las cosas que le pasan con una naturalidad exquisita, con detalles que pintan muy bien su pasar -o pesar-.
Todo decorado con unas guitarras y un ¿acordeón o gaita? que le da un aire de recorrido en tren, (que es lo que me imagino: un tipo escribiéndole, mirando el paisaje, solo) más algún slide y un solo de nylon que le suma melancolía a la música; y una batería que se parece a la de Juguetes perdidos. De fondo se escuchan esos sapucais mejicanos (iiijaa) que tal vez quieran significar que el que escribe es algún espalda mojada en su viaje a "gringolandia" (refuerza esta idea la alternancia de palabras yankis), un marco perfecto para el drama de la canción.
Obra de arte del Indio, el tema este.
Nos vemos, gracias por leer, che.
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