domingo, 11 de octubre de 2009

Cadena Nacional

Eran las ¿diez? ¿once? y yo hacía cinco horas que estaba ahí, sentado al cordón de Rivadavia esperando y esperando. El viento traía varias coplas pero a mí me preocupaba el frío: mi despiste sumó otro capítulo más y me hizo llevar solo una remera. Igual, aguanté.

De repente, el presentador (¡qué orador!) anunció a un tipo anónimo, con la presencia estelar en los teclados de Juan Subirá. Entonces fuimos, nos levantamos y fuimos. Estabamos muy cerca, pero las piernas pesaban igual. Fuimos y nos sumergimos de nuevo en esa masa que disparaba negritas todo el tiempo en clave murga; entre colores y banderas, mucha barba y anteojo. Se callaron y los primeros acordes que el teclado de la estrella del mini-show disparó fueron los de Al olor del hogar, pequeña canción de cuna bersuitera.

Deberían haber estado ahí. Fue como una comunión, ¿vieron? Esa clase de cosas que se da cuando la gente está alegre, contenta, en sintonía. La canción se deslizaba y no terminaba, afortunadamente. Y lo más lindo de eso era el decorado, repleto de banderas de militantes, la génesis de toda la liturgia que hoy vemos en La Renga, veíamos en los Redondos. Ahí, entre la música y la gente, soplaba el viento, pero ya no tenía frío. A esa altura estaba abrazado, arropado entre los miles que fuimos; por otra causa, pero bueno, qué va. Y las banderas saludaban al viento, todas en la misma dirección, alegres y libres. Parecía que avanzabamos. "Es el progreso", pensé, parafraseando a Mafalda. Quizá no me haya equivocado tanto.

1 comentario:

Milton dijo...

esta es una pequeña croniquita romántica al pedo de lo que pasó el 9 de octubre ahi en Congreso.