miércoles, 8 de abril de 2009

¿Qué pasó?

Ya venias ablandado de Psico. Saliste y compraste algunos apuntes, de los que te faltan. Ya desde ahí, tu garganta estaba seca: pedía a gritos algo, cerveza, agua, lo que sea. Esa sensación no te iba a abandonar hasta que llegaras a casa.
Entraste al aula y ya estaba repleta. Más de lo normal, porque por esas irregularidades -esas que son el único motivo de los detractores de la universidad pública- dos comisiones (¿?) se juntaron en una. Así que no te quedó otra: al fondo a la izquierda.
Lo que siguió te pareció un espejismo.
No había viento, había sed, no había oasis, lamentablemente.
El monólogo de la que estaba enfrente era inexplicablemente confuso. A veces garabateaste algo, como para no perder la costumbre. Pero tu mirada, esa mirada, no estaba ahí. O sí, pero no veían nada. Quizá pensabas en otra cosa, quizá no pensabas. Encima, además de confusa, ella era pedante, y no se le escuchaba nada. A veces escuchabas un intento de chiste, lo que la hacía más patética a ella. No tenés que agradar, amiga. Enseñá, porque no sos graciosa.
Las agujas del reloj eran de plomo. Tu reloj es digital, pero entendemos de lo que hablo. El calor era sofocante, agravado por dos cosas: los vidrios, que eran lupas; y la ausencia de un ventilador. La cantidad inusual de gente también, al punto que detectaste olores raros. La música monótona que llegaba desde adelante se decoraba con biromes aburridas que caían -se suicidaban- todo el tiempo sumado a toses que, más que a un resfrío, respondían a la incomodidad. Varias veces me preguntaste "¿Qué hago acá?". Yo no sabía qué responderte, qué te voy a decir.
Ya ni sabiendo por qué estabas ahí, se te ocurrió mirar a los demás. Y me dijiste que fue un alivio ver que no eras el único que estaba en el puto medio del Sahara, pero acá, en el aula 128.

1 comentario:

Loqvenga dijo...

Odiando las clases de socio ? jaja